Derroche de toreo muy caro de Diego Urdiales en su debut en La Glorieta de Salamanca. La crónica de Ana Pedrero en el blog de la publicación taurina Cuadernos de Tauromaquia www.cuadernostm.com
Lo de Diego es otra cosa. Diego Urdiales, digo. Lo de Diego es para paladares finos, para aquellos que sienten el toreo en las tripas y les duele cuando se hace de verdad y se van detrás de su muleta como iba ayer el primero de Montalvo. El aire celoso, quiso detener el encuentro de Diego y "Liricón". Pero por momentos el aire y también el tiempo claudicaron y se detuvieron y se posaron sobre la Glorieta. Y sobrevino el milagro del toreo eterno, ese toreo que surge como de la tierra, hondo, doliente, sabio, amasado en veinte años de ausencia en una plaza cuyos tendidos sabían, supieron, que era una vergüenza que un torero como Diego saliese desmonterado en el paseíllo. Veinte años, que dicen que no son nada y son toda una vida de torero. Y después del brindis, de maestro a maestro, a Su Majestad, Santiago, la historia viva de la tauromaquia, el genio. Más que un brindis, a sus pies, de torero a torero, y los pies asentados, clavados. Y el dolor en la tripa, ese dolor que hace que quien esto escribe no se vaya del todo del toro porque es uno de los pocos reductos de pureza, de verdad, que me ata a lo que más amo. Es otra cosa...
Pero ayer, hoy, el presente es ese toreo madurado sin tiempo, sin prisa, los veinte años de regalos, de dolor y magisterio de Diego Urdiales.
Es otra cosa.