Crónica de Javier Villán en su columna de El Mundo "Desavenencias"
a Urdiales, por nombre Diego,
que acaso le escribiría
un romance o un soneto.
Hoy ha llegado ese día
de un victorino muy recio
que a Urdiales puso en un brete
bien lidiado y bien resuelto.
De haber matado con tino,
todo ocurriera perfecto.
Y va por don Diego Urdiales
falto de premio orejero.
Yo te canto pese a todo,
te den o no te den premios
canto tu capa y muleta
y tu elegante trasteo.
El natural y el redondo
y tu don de muletero.
Maldita sea la espada
y malditos los aceros
que te robaron la oreja
aunque diste vuelta al ruedo.
Y esta es la historia de antaño
que a relatarles me apresto.
Fue una tarde de Las Ventas
con Rincón en su apogeo
y un muchacho en el tendido;
un torerillo despierto
que miraba y remiraba
las letras de mi cuaderno,
muy locuaz y un poco inquieto.
Diego Urdiales se llamaba
aquel capa listo y seco.
Con desparpajo me dijo,
perspicaz y muy resuelto:
"de mi escribirá algún día
lo que de Rincón, maestro,
ha dicho usted y cantado.
Delo usted por fijo y cierto";
Hoy profeta de sí mismo
torero grande y sin miedo,
por los caminos de vides
con solera de Berceo,
se está cumpliendo el destino
vareado por los cierzos,
de aquel maleta amabicioso
que quería ser torero
y elevarse con la gloria
hasta las luces del cielo.
Lo llevaba en la mirada,
toda luz y toda nervio:
la mirada de los pobres
que se levantan del sueño.