Hay que tener unos atributos muy grandes para encararse con la vida y decirle que vas a aser torero en pleno siglo XXI. Torero. Con todas las de la ley. Nada de dinero por delante, ni de cortar orejas tras faenas sin alma ni razón. Nada de quedarse en paños menores frente a empresarios con poca memoria, ni de dicir no a los toros con más misterio de toda la cabaña brava. Nada de sacar provecho de un apellido cargado de continente pero vacío de contenido, ni de echarse a la carretera para sumar números mediocres en una estadística fría. Torero. Ser torero de verdad en pleno siglo XXI.
Y es que, a fin de cuentas, hace falta tener arrestos suficientes para ser en este mundo como es Diego Urdiales. Porque a ti la vida te tentó con un empleo en una caja de ahorros. Al otro, para conducir el autobús que va de Madrid a Logroño. A ese de más allá le engatusó para que siguiera regentando la mercería familiar. A Diego la vida le puso en las manos una brocha gorda de pintor. La diferencia es que él cogió a la muy pícara y le dijo que sí, que muy bien, que para ir tirando no estaba mal; pero que lo suyo era en realidad sentir en la yema de los dedos el tacto de un capote y de una muleta.
Así estamos tú, el otro, el de más allá e incluso la que firma. Cómodos pensando en el "tendría que haber" mientras Diego lucha a brazo partido por demostrar que nació para ser torero en pleno siglo XXI. Torero con todas las de la ley. De esos a los que les brillan los ojos cuando hablan de toros. De los que se apasionan al comentar la condición de un astado. De los que se rodean de los mejores profesionales para aprender de las palabras, de los gestos y de los silencios. De los que analizan al detalle el tamaño de la muleta. De los que pueden pasarse horas estudiando toques, distancias, terrenos. De los que observan con máxima concentración el comportamiento de cada toro y de cada encaste. De los que disfrutas escuchando y viendo escuchar. Escuchar, con todo lo que eso significa en pleno siglo XXI.
Y mientras tú, el otro, el de más allá, e incluso la abajo firmante citamos a la vida al hilo, Diego se cruza al pitón contrario despacio y con firmeza, conquistando terreno con la honestidad que falta en estos tiempos de pares al violín a toro pasado. Con el espíritu de David se enfrenta al Goliat del mundo de los toros. Tanto en el ruedo como fuera de él. Y no somos pocos los que sabemos que su honda acabará, tarde o temprano, por dar en el blanco. Ya han sido muchas las tardes en las que tú, el otro, el de más allá e incluso la abajo firmante hemos calentado el cemento viendo a Diego diciéndole a la vida que quiere ser torero. Torero de verdad. En pleno siglo XXI.
Artículo publicado por la periodista Covadonga del Peso en el libro de fiestas de la Asocición Taurina el Toril de Alfaro.
Foto : J. Moreno Poyatos