Domingo, 27 Agosto 2017 06:49

DIEGO URDIALES MARCA TERRITORIO EN BILBAO

Foto: Carmelo Bayo Foto: Carmelo Bayo Foto: Carmelo Bayo

Diego Urdiales cortó ayer en el coso de Vista Alegre de Bilbao su undécima oreja desde que en 2008 debutase en las Corridas Generales. Fue a su primero del Puerto de San Lorenzo, brindado al cielo en memoria del Maestro Dámaso González, un ejemplar sin excesivo celo, agarrado al piso y algo violento por el izquierdo al inicio del embroque al que Diego Urdiales después de afianzarlo y pisarle unos terrenos en los que habitan los abismos le extrajo muletazos de seda, con despaciosidad, torería y pureza en los trazos, en los cites y en su sincera colocación.

Su segundo no quiso ver ni a los del castoreño, ni a los engaños del riojano que lo intentó en los medios, recibiendo a cambio un muestrario de pitonazos, arreones y huidas hasta que se partió una pezuña, momento  que Urdiales aprovechó para despenarlo con cierta dificultad.


Extracto de la crónica de PATRICIA NAVARRO en "La Razón"

A Dámaso González tributó la afición el minuto de silencio. No encontrabas a nadie que escupiera palabra maldita. Grande dentro y fuera el maestro. Al cielo brindó Urdiales la faena del segundo del que paseó un trofeo. Labrado. Ocurrían muchas cosas en muy poco tiempo sobre la arena negra de Bilbao. Eso era lo bueno. No estaba la cena servida, había que cocinarla a fuego lento y el resultado no estaba asegurado. De bueno sacó el de El Puerto de San Lorenzo la virtud de descolgar y coger el engaño por abajo. Siempre. De malo que le costaba un mundo repetir, acobardado y agarrado al piso. No sabemos cuánto tardó en intuir que había perdido la batalla. De mimo fue la faena de Diego. Cruzadísimo, como si en ese paso más allá no anduviera cautivo el descenso a los infiernos en ese frente a frente con el toro. Valor austero para que fuera los vuelos los que alargaran un viaje del toro que no quería ir. Y así una y otra vez. Partitura por escribir. Armonía total que encontró en la estocada el desenlace a la medida.

Un regalito fue el quinto, manso sin taparse, que no quiso caballo ni loco y se aventuraba antes a quitarse lo que encontrara a su paso del medio que a embestir con sentido de la bravura. Sin apenas castigo llegó a la hora de la verdad con Urdiales. Tuvo mal estilo el toro y además se partió una mano durante la lidia y a Diego se le atravesó la espada y de qué manera. Fue la tarde de pronto, papel prendido a mechero, y daba rabia porque no era un festejo cualquiera. Se veían las caras los triunfadores del ciclo y todo hacía pensar que no pisaban Bilbao para pasar la tarde.

 

CRÓNICA COMPLETA: La Razón

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