Diego Urdiales ofreció ayer en Alfaro una clase magistral de toreo en su máxima expresión sobresaliendo sin ninguna duda al natural. La faena a su primer Alcurrucén tuvo un final majestuoso en el que brotaron los naturales sedosos, de uno en uno, perfectamente colocado y con esa torería única que caracteriza al diestro de Arnedo. Urdiales fue metiendo en la muleta poco a poco a un animal incierto, sin demasiada humillación pero que terminó por seguir los vuelos de la muleta y dados los terrenos que pisó el riojano no le quedó otra que embestir. Los aceros le privaron del premio que quedó en ovación.
En su segundo, que brindó al público de Alfaro, comenzó de manera sublime con ayudados por alto, dejándose llegar al toro y llevándolo muy toreado para crujirlo en un remate por bajo con la izquierda que rompió los tendidos por su hondura. La faena de Urdiales tuvo momentos cumbres en el torero ligado con la diestra, pero volvió a emocionar al natural, llevando al de Alcurrucén pegado a sus vuelos, sueltas las muñecas, erguido el talle, ofreciendo el medio pecho con el mentón hundido y acompasando con su cintura quebrada... "el toreo". Este no se le escapó y la estocada dió paso a las dos orejas que abrían nuevamente la puerta grande de "su plaza de Alfaro".