Foto: Isidro del Pino
Diego Urdiales vio silenciadas sus doslabores en Ceret ante el peor lote de la tarde. Su primer Adolfo de imponente presencia, como todo el encierro, desarrolló sentido desde el inicio de la lidia buscando el cuerpo del torero sin obedecer a los engaños y haciendo imposible cualquier atisbo de lucimiento, ni siquiera lidiando sobre las piernas. Urdiales lo pasaportó de estocada entera.
Con su segunndo, muy soso y parado en el último tercio, dibujó naturales templados y de elegante trazo que no llegaron al público que abarrotaba la plaza francesa.