Segundo paseíllo para Diego Urdiales en Madrid y poco que contar salvo el decepcionante juego del lote que le tocó en suerte al torero de Arnedo. Su primero se aplomó al llegar al último tercio y cuando se arrancaba lo hacía queriendo destrozar el estaquillador de la muleta y su segundo, un ejemplar de casi seis años, buscaba hacer carne en cada embestida. Diego se jugó literalmente la vida sin dudarle en ningún momento, librando derrotes, parones y coladas fraticidas.