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Hay tardes en la que es complicado contar lo que sucede sobre la arena de un ruedo, hay días en los que la espada, los toros, el viento o las circunstancias hacen que los contratiempos parezcan excusas y que todos los elementos se ponen en contra de un torero, pero son ésas y no otras las tardes y los días en los que hay que contar con pelos y señales lo que ha sucedido, porque ésas tardes y ésos días son en los que Diego Urdiales ha ido cimentando su vida como persona y como torero, tardes en las que, lejos de estar mal, dejó patente la senda que se debe seguir para ser una verdadera figura del toreo, una senda que resulta tener demasiados recovecos, demasiados abismos, demasiados desiertos, demasiadas incertidumbres y demasiadas piedras, aunque a veces éstas resulten ser mágicas, pero una senda, que finalmente y siendo fiel a su concepto cabal, termina por llegar a la grandeza de ver como un torero de nombre Diego Urdiales se consagra en una tarde completa en la que a cada paso rondaba la muerte y en cada pase resucitaba la verdad silenciosa del toreo.
Hay tardes en las que resulta complicado contar lo que sucede y tardes como la de ayer en la que los adjetivos fluyen apenas sin pensarlos, porque llevan tiempo madurando como los buenos vinos hasta quedar plasmados en crónicas increíbles que quedarán impresas para siempre en las hemerotecas y en la memoria de aquel 26 de agosto de 2012, el día en el que Diego Urdiales se convirtió en Diego Urdiales.
RESUMEN DE PRENSA (Así lo han contado)
-Pablo García Mancha (La Rioja) DIEGO URDIALES SE CONSAGRA EN BILBAO
El eco, la trascendencia, la respuesta al toreo verdadero es algo que le cuesta a Bilbao, tan aplaudidor otras veces al banal molinete de filigrana, al chicotazo o al pingüi. La faena de Urdiales encontrará ese eco con el paso del tiempo, con el poso, una vez masticada y analizada. Ese menudo riojano que gustó de pasarse cerca al que dejó Castaño, al más serio de los Victorinos. Que lo chocó, lo dominó y lo enceló con los flequillos de su seductora muleta para ponerlo en ritmo lento y torear abandonado en naturales eternos. Era el toreo eterno en una tarde de toros para los hooligans del toro. Una estocada corta en las agujas y una oreja que saben a dos. O nada, porque lo mismo da el sabor de un trozo de carne con pelos cuando se ha hecho, sentido y paladeado el toreo. ...(SEGUIR LEYENDO)
-Patricia Navarro (La Razón) TARDE SÓLO APTA PARA VALIENTES
Lo mejor estaba por llegar. Quién lo diría. Diego Urdiales se inventó toro y oreja. El Victorino que cerró plaza iba y venía sin humillar. La cara alta, la entrega justa y la incertidumbre integrada en el muletazo. Tragó una barbaridad. Se puso a torear por la izquierda con la misma pureza que si tuviera en frente a un toro de bandera. Y no era el caso. Fue creando ante el expectante público un trasteo de una dimensión apabullante. Convencidos todos. Rendidos de nuevo a Diego Urdiales. Se perfiló a matar. Hizo la suerte quizá en dos tiempos y el premio fue sólido y definitorio. No había sido una tarde más. Era sólo apta para valientes y toreros buenos. ...(SEGUIR LEYENDO)
-Jon Mújika (Deia) UN ROBLE ENTRE LAS MALAS HIERBAS
Abiertas las puertas del infierno, Diego Urdiales se empeñó en tocar el cielo con sus manos. Lo logró durante toda la tarde, en una actuación redonda y soberana con la que se sobrepuso a la noche negra de los vitorinos, alumbrándola con los faroles de su capa, su muleta y un par muy buen puesto allá donde debe. Toreó toda la tarde Diego como si él fuese el elegido, el hombre encargado de andar sobre las turbulentas aguas de los vitorinos, que llegaron hasta Vista Alegre cargados de maldad, como si fuesen una jauría de perros rabiosos o los cuatro hijos de Satán. Y vaya si anduvo. O más se mantuvo firme de pulso, con un corazón de león que le boxeaba en el pecho a cada dentellada de sus dos toros -ambos hicieron presa en él, el cuarto de la tarde llegando incluso a golpearle con el pitón en el rostro antes de que le arrancase una tanda de naturales tan agónicos y vibrantes que provocaron, incluso, una suave nevada de pañuelos...-, no para que se acuartelase en sus trincheras sino pidiéndole más, siempre un paso más. Visto así puede decirse que Diego Urdiales toreó por co...razones. Él era un roble entre las malas hierbas, un faro en medio de la tempestad cuando la corrida se antojaba una visita trepidante a la casa de los horrores. ...(SEGUIR LEYENDO)
-Álvaro Suso (El País) UN BUEN FINAL
Urdiales tuvo que matar tres victorinos. Complicados, de los de jugarse la vida de verdad. De los de llegar a la habitación rendido, reventado por el esfuerzo. En el primero pudo respirar algo más, porque el animal tuvo momentos de entrega, pero el de Arnedo dio dos tandas de naturales en el sexto en las que se jugó la vida en cada muletazo. Un natural de aquellos vale por treinta de los de otros días, de esos que estilan las figuras. Ayer nadie se puso bonito, ayer se jugaron la vida en faenas de importancia. Un año más Urdiales toca pelo en Bilbao y fue despedido aclamado por sus tres faenas en las que se arrimó con valor y supo recetar derechazos templados como hizo en el cuarto. ...(SEGUIR LEYENDO)
-C.R.V. (Mundotoro.com) EL ARCO IRIS
Tremendo el toreo, impecable, que dio una vuelta al ruedo cuando ya debía llevar dos orejas en su contabilidad. Pero la logró del sexto, el toro de mayor volumen y cuajo, de embestida corta, no más allá del embroque, y sin humillar. Paciente de nuevo, con una colocación exacta y a la medida del toro leyendo la altura para ponérsela perfecta en los cites. Cada arrancada fue aprovechada para componer, abrir, prolongar, a más siempre, a veces con la zurda sin tocar, nada más vuelos y brazo suelto. Al natural, superior, en toda la tarde, grande. ...(SEGUIR LEYENDO)
-Zabala de la Serna (El Mundo) DE FIERAS CORRUPIAS, HOMBRES Y TOROS
Urdiales cruzó la delgada línea roja con un cuarto victorino se que se hacía el dormido en el caballo y en las suertes. Sabor añejo de Diego el de Arnedo en la parada genuflexa en lances poderosos de lidia antigua. Conscientemente Diego Urdiales se jugó la vida a puro huevo. Hasta que, ofrecida la izquierda, cobró el tributo que el toreo tantas veces exige: un volteretón, los pitones zigzagueando su cabeza contra el ruedo, inmóvil el torero, sin rodar, sin posibilidad de escape, minutos eternos. Enterró la espada, la pañolada no cuajó como debía y la vuelta al ruedo supo a gloria conquistada.
Urdiales volvió a ofrecer una dimensión cabal con el sexto que mataba por Castaño. Un tío toro y un tío el torero. Halló las teclas precisas para que los viajes manejables y matizables encontraran la muleta puesta y presente siempre, pues su embestida tendía a nunca terminar de humillar. Toreo del que no pasa de moda ni atiende a las modas. La zurda elevó la temperatura con el corazón templado. Superiores los naturales, el encaje, la colocación, la espera. Por fin caía el trofeo perseguido en una Semana Grande que incorpora su nombre al palmarés de los escritos en letras de oro.
-Javier Villán (El Mundo) LA ESTRATEGIA DEL CAZADOR
El corazón seco y salvaje de Urdiales se impuso a la fiereza de los victorinos, que estuvieron a punto de partirle la madre. Hace pocos años, Diego vagaba por esta galería de periodistas. Quizá soñaba con tardes como ésta, con infiernos de gloria como el de la oreja del sexto. Esas tandas de naturales añejos y de aromada solera tardarán en verse en las plazas de Iberia. No creo que esto lo aprendiera de los periodistas, porque de los periodistas nada bueno se puede aprender. Pero es cierta una cosa: cada peripecia de Diego se siente en estos palcos como algo propio; no te fies, Diego, pero es verdad.
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