Monday, 17 August 2015 20:40

SAN SEBASTIAN: DOS OVACIONES, TORERÍA, CLASE Y VALOR.

Foto: Carmelo Bayo Foto: Carmelo Bayo

ASÍ LO HAN CONTADO:

ZABALA DE LA SERNA (El Mundo)

Pesaba el cuajo del carifosco victorino de apertura. Un volumen portentoso. De ballena gris. Como si no fuera a caber en los brazos limitados del proporcionado Diego Urdiales. Los cánones clásicos en la lidia. Desde las verónicas exclusivamente a derechas porque el toro se quedaba muy cruzado para el lance a izquierdas. La media genuflexa tuvo sabor. Como genuflexo fue el camino marcado hasta los medios como prólogo de faena. Sobre la boca de riego desembocó en una trinchera monumental. Urdiales entendió perfecto al victorino de Rubens, como si la embestida a media altura para su encajada naturalidad, lo contado del viaje para perderle pasos y su seria nobleza para obedecer a los vuelos estuvieran hechas en molde para él. Por una y otra mano Diego se colocó con pureza, ofreció su verdad y dibujó una triada de naturales tatuados ya en la retina de la memoria. El modo añejo de andarle al victorino en el epílogo, sobre las piernas, por los costillares, conectaba con los tratados de los viejos lidiadores. Había sonado la música, habían retumbado los oles, pero se presentó esa especie de temor al triunfo del que tantas veces escribía Villán para explicar la glorias marchitas con la espada de El Cid en Madrid. Adiós a la oreja.

 

ITZIAR VIANA (Cultoro)

Comenzó Urdiales por verónicas suaves llevándolo al centro del ruedo al abreplaza, un toro muy encelado el toro en el caballo. Quitó Morenito por encajadas verónicas. Brindis de Urdiales al público para comenzar por derechazos de mano baja de muchos quilates sacándolo de las tablas al centro. Excepcionales naturales, templados que entusiasman al público. Urdiales muy en torero con clase y gusto. Tres pinchazos arriba y estocada. Fuerte ovación. Toro aplaudido en el arrastre.

PATRICIA NAVARRO (La Razón)

Diego Urdiales, con la baja de Antonio Ferrera, se quedó al mando como director de lidia y abreplaza. Lo hizo con «Vencejo», un victorino que no fue extraordinario pero tampoco desarrolló esa agresividad capaz de revolverse en un palmo de terreno. Sacó cierta nobleza, a pesar de que no quería viajar demasiado largo. Así en las dos primeras tandas de derechazos, con un soberana trinchera de remate en los pases de tanteo. A la tercera (serie) el toro comenzó a pesar por dentro y lo más relevante, sin lugar a dudas, fue un natural inmerso en una buena tanda, extraordinario, con esa carga de profundidad a la que aboca un embroque tan depurado. Un todo con sabor y una espada endeble.

PACO AGUADO (Agencia EFE)

Al primero le hizo Diego Urdiales la faena más estimable de la tarde, una vez que el toro, después de protagonizar un buen tercio de varas, cambiara a peor cuando tocaron a matar.

Tuvo que ser el torero quien hiciera el esfuerzo de empujar las embestidas más allá de lo que daban de sí, que no era suficiente para que los muletazos salieran completos, hasta que logró finalmente una gran serie de hondos naturales como escaso fruto de su esfuerzo. De no pinchar en tres ocasiones, el diestro riojano hubiera cortado una probable oreja.

PABLO GARCÍA-MANCHA (La Rioja)

Como un pececillo que se escurre de la mano queriendo cogerlo pero abrazando finalmente al vacío; como un sonido en el aire que le cruje a uno por dentro pero que desaparece en el silencio en apenas un instante detenido. Así se le fue a Diego Urdiales un triunfo memorable ayer en San Sebastián después de su mejor faena de la temporada ante un victorino bravo y codicioso que exigía todo el toreo posible para sonsacarle el fondo de nobleza y codicia que, sin duda, atesoraba.

La actuación de Urdiales con el toro ‘Vencejo’ fue tan meticulosa como comprometida. Desde las verónicas de recibo hasta esa manera suya de llevar la lidia y colocarlo frente al caballo a punta de capote o pasándoselo por la espalda en pos del último vuelo. Se presentía cante grande desde los inicios de la faena, con una manera de abrir la obra con muletazos por alto jugando sus muñecas de seda y gobernando la embestida como si estuviera toreando con las dos palmas de las manos cerradas. Así se lo llevó a los medios, ganando terreno en cada lance y abrochando la tanda con un trincherazo final sencillamente extraordinario, roto Diego de toreo y esperando lo que iba a venir a continuación.
Y es que todo lo que hace Urdiales en el ruedo tiene como fin el toreo mismo. Tres series con la derecha, con muletazos unos de ayuda al toro, de juego de alturas, y otros ya desobedeciendo las contemplaciones para gustarse a fondo.
Lo mejor estaba por llegar, y fueron dos series con la mano izquierda sensacionales, con naturales larguísimos, templados y profundos; naturales con toda la expresión de esa torería para nada geométrica que interpreta: sus talones enterrados, el peso del cuerpo en la cintura y el vuelo de la muleta lacio y lánguido, alicaído, sin la menor tensión. Diego estaba haciendo el toreo,ése que tanto persigue y que tan pocas tardes se alcanza ver. Y fue una belleza; y fueron una auténtica pena los tres pinchazos previos al estoconazo definitivo.
El pez se le escurría de esas palmas de las manos con las que acaricia el toreo; la música detenida se esfumaba con una imagen lorquiana que de pronto me vino a la memoria: debajo de las multiplicaciones había sangre de pato, que escribía en ‘Poeta en Nueva York’ y que se agolpa en las estadísticas del riojano. Ecuaciones que no cuadran, toreo inmenso y marcador a cero; maestro sin rúbrica, la Gioconda sin la firma de Leonardo; un beso de nadie, el aroma de una presencia a la que ya no se puede esperar, la luz de una farola encendida a media tarde... Es el sino negro de Urdiales, del urdialismo, de ese grupo de seguidores que peregrinan con él por esas plazas buscando el maná del toreo en una fuente de la que brota un arte desmesurado y un silencio de gotas que no rebotan en la pila.
El cuarto de la tarde, segundo de Urdiales, fue un toro altiricón y pesado muy fuera del tipo de esta ganadería. No le dio apenas opciones al torero riojano que, a pesar de todo, consiguió varios naturales de muy buen trazo en el mismo anillo.

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