Viernes, 22 Septiembre 2017 05:32

DIEGO URDIALES VUELVE A EMOCIONAR A LA RIBERA CON SU TOREO Y SU ALMA

Diego Urdiales conmocinó ayer el coso de La Ribera con su toreo transparente ante dos ejemplares de El Pilar de distinta condición a los que tuvo que macerar hasta conseguir que de sus embestidas surgiese el toreo.

Su primero tenía una calidad enorme y lo cuajó a la verónica, sacando los brazos y conjugando a compás capote y cintura de cadera a cadera para rematar con la media. El de "El Pilar" seguía demostrando su clase en la embestida pero a su vez la falta de fuerzas. Ya con la muleta Urdiales fue capaz de afianzarlo con un trato exquisito en una faena que se basó en la mano izquierda con una primera serie profunda en la que brotaron naturales enormes, toda la faena tuvo ese aroma pausado y trascendente que imprime el riojano a sus obras hasta rematarla con unos molinetes preciosistas y ajustados en los que la franela se enroscaba en el torero a la vez que los pitones rozaban su cuerpo. La espada no entró a la primera y el posible trofeo se fue al traste.

Con su segundo oponente apenas se pudo estirar en los lances de saludo, informal en los primeros tercios, llegó a la muleta del torero de Arnedo con la incertidumbre en los tendidos, pero Urdiales lo tenía claro, brindó al público y se fue a los medios para comenzar a moldear las bruscas embestidas del animal, primero en la media distancia, ayundándose de los vuelos, alargando la embestida de "sombrerero" al que cada muletazo le iba exigiendo un poquito más hasta que ya en el tercio Diego consiguió su objetivo y el de "El Pilar" obedeció a la muleta entregado y por abajo en dos series al natural que pusieron patas abajo los tendidos de la cubierta logroñesa que se volvieron a emocionar al ver brotar de las muñecas de Urdiales el toreo sin paliativos, sin alharacas, sin la más mínima afectación, parar, templar y mandar, con hondura, pureza y colocación. Antes en un desplante, el toro hizo por él propinándole una fea voltereta sin consecuencias aparentes de la que salió más enrabietado si cabe. La estocada en todo lo alto precedió a la petición y el presidente concedió un trofeo que al público que casi llenaba los tendidos de La Ribera le pareció excaso, pidiendo con mucha fuerza el segundo trofeo. Urdiales paseó el anillo en dos ocasiones mientras de los tendidos salía un único grirto a voz en coro: "TORERO, TORERO, TORERO".

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