Tarde triunfal de Diego Urdiales, dos orejas y salida a hombros en su segunda comparecencia en la Feria Matea 2019. Así lo cuenta Vicente Zabala de la Serna en el diario El Mundo...
Urdiales podría ser aquel viejo artista que levantaba esculturas entre las ruinas de los bombardeos. La fealdad del toro más viejo del muestrario de Victoriano del Río no invitaba a la belleza. Ni su movilidad ayuna de clase, ritmo y uniformidad. Quedaba bajo las piedras una bondad amable sin forma definida. Diego la recogió ya con su capote leve para enseñarle un camino de expiación sembrado de verónicas. El cinqueño pasado soltó una coz en el caballo como los bueyes americanos de los rodeos. Luego se dejó picar como se dejaba hacer. El clásico de Arnedo sintió el aliento del hogar y ofrendó su cincel y su llama. Por una senda de sabrosos ayudados por alto que desembocó en la bocacha de riego. Y allí uniformaba de belleza la embestida que racaneaba calidad y finales a partes iguales. Por la izquierda se prestaba unas veces hasta allí, otras sólo hasta acá. Siempre con las calidades de un adosado en Seseña... La torería vestía y decoraba todo. Y lo salpicaba de antiguas espumas. Como el epílogo sobre las piernas. Un espadazo fue el colofón exacto para darle rotundidad. Y alcanzar la cercanía al peso verdadero de las dos orejas.