Diego Urdiales cortó una oreja en Logroño del que cerraba plaza un toro de Garcigrande con más genio que casta que soltaba la cara con violencia y reponía en cada muletazo y al que el torero de Arnedo templó en varias series de gran emotividad, conduciendo la embestida por abajo en redondo.
Pudo Urdiales sumar más trofeos si no malogra con la espada una gran faena de su primero de José Vázquez huidizo en los primeros tercios al que el riojano imprimió su torero como cuenta Vicente Zabala de La Serna en el diario El Mundo: leer crónica completa.
"...Urdiales lo fijó en los doblones prologales de mucho sabor. Una trinchera levantó un cartel de toros. Y, desde la apertura y en los medios, la faena creció de menos a más. Como la nobleza del toro. De mejor embroque que finales. Esos los ponía la muñeca urdialista. La triada de derechazos quedó como torera horma. En su zurda, el toreo se manifestó con mayor luminosidad en su esencia. El encaje y la reunión. Y el último golpe privilegiado de escafoides que estiraba la embestida hasta más allá de lo presentido. La última ronda de redondos constituyó la más preciada joya de su derecha. La torería presidía el conjunto. Que se alargó pelín por demás. El triunfo se presagiaba. Pero el artista de Arnedo se equivocó cuadrando al toro en perpendicular a tablas y tan abierto de terrenos. Tras el pinchazo, el vazqueño se fugó recordando los orígenes de su lidia..."