... Al primero, con genio y alegre, lo toreó con ritmo en redondo y aún mejor por naturales, porque el pitón del toro era el izquierdo y pudo relajarse más. La faena, ligada y de mucha conjunción, tuvo un adobo armonioso, muy bonito, de trincherillas y trincherazos, y un aroma general de toreo caro.
Al cuarto lo cuajó con el capote en un quite muy puro de dos lances y media abrochando a lo grande. Luego el toro, sosito, humilló mucho pero se lo pensó todavía más, entrando dormido a las telas, muy reservón, demasiadas veces con embestidas cortas y otras, las menos, desplazándose con estilo. De semejante galimatías sólo podía esperarse una faena desigual, como fue la de Urdiales. En su epílogo, por cierto, hubo tres naturales de ensueño, interminables de ritmo y tacto. Una maravilla,
Extracto de la crónica de Álvaro Acevedo en La Razón