Lunes, 26 Agosto 2013 17:23

ASÍ TOREÓ DIEGO URDIALES EN BILBAO, VISTA ALEGRE

Y ASÍ LO HAN CONTADO:


-ZABALA DE LA SERNA (El mundo)

El toreo desnudo de Urdiales en los vuelos, en su plomada, en una cintura que acompañaba sin quebrarse como un tronco talado. Los oles empapaban los tendidos como el agua cada vez más en tromba. Dos molinetes, un pase de pecho y un airoso abaniqueo de oxigenada salida bienvenidista. Había latido el corazón de Diego con el pulso lento que el victorino exigía, y exigía lo que luego agradecía con obediencia.

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-PATRICIA NAVARRO(La Razón)

Urdiales lo toreó a placer bajo la lluvia y por momento bajo el diluvio. Hondos los naturales, inamovible el torero, encajado, atornilladas las zapatillas a la arena, mando y rotundidad en el trazo. Una belleza que alcanzaba máxima expresión en los remates. Una y otra tanda. No se perdía la emoción a pesar del despiste del agua. Así iba, así íbamos y así, entre unas cosas y otras, decidió Urdiales poner fin a la historia en la suerte contraria. Y casi le cuesta caro. Media estocada y un golpe seco contra el suelo... Pero lo logró. El trofeo para él y para todos, que nos habíamos quedado prendados de la faena. Un torrente de naturales bajo la lluvia.

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-PACO AGUADO (Agencia Efe)

Muy asentado en la arena, con la naturalidad que da el verdadero valor, Urdiales le cuajó al "victorino" dos soberbias tandas de naturales, con mucha cadencia en el trazo y con absoluta entrega a la embestida. Y también alguna más con la derecha, por donde el toro también acabó rompiendo.

Se tiró a matar el riojano sabiendo que tenía al premio a su alcance, y después de pinchar se quedó en la cara intentando barrenar, por lo que el de "victorino" le prendió feamente por el brazo en un percance que finalmente no tuvo más consecuencias que un fuerte varetazo.

Después de cortarle a ese toro la que iba a ser la última oreja de la feria, y una de las de mayor peso, no pudo Urdiales redondear con el peor de la corrida, un ejemplar veleto y cornalón al que también plantó cara a pesar de que no cesó de soltar tornillazos para acabar desarrollando verdadero peligro.

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-CARLOS ILIÁN (Marca)

Y enfrente un torero de cuerpo entero, uno de los pocos que todavía hace en el toreo eterno, el de purísima concepción. Sobre ambas manos, pero especialmente sobre la izquierda, ejecutó todo un compendió del pase natural, desde el cite hasta vaciar la embestida a la cadera. Vamos, lo que se dice torear. Si mata de una gran estocada corta las dos orejas

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-C.R.V. (Mundotoro.com)

Dos tandas con la derecha vieron romper al toro más y más, pero fueron las dos siguientes con la zurda donde pasó el caracol embebido en los vuelos de una muleta que viajó a esa misma  velocidad para hacer el toreo, lento, terminando el muletazo donde los vuelos le señalaban, no más allá. Que buen toro y que buen toreo, visible, hondo, dormido,  con un final a dos manos bello. Salió tropezado del embroque defectuoso  con la espada, libró la cornada,  y sólo hubo una oreja.

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-JON MÚJICA (Deia)

Sobre las aguas se movían un toro de campana, Playita, y un torero de badajos, Diego Urdiales, quien desempolvaba la mano izquierda (merece más y mejores carteles esa zurda de oro, digna del Madison Square Garden o de O.K. Corral...), llevándose al toro a cámara lenta. La estampa despertaba admiración y los olés caían redondos sobre la arena, como piedras mojadas. Toreó Diego Urdiales con la de verdad no como cabe pedirle a un hombre entregado, que lo estuvo, sino como han de hacerlo los grandes, con parsimonia, como si aguacero le hubiese templado el fuego que le iba -tenía que irle...- por dentro. No por nada, la diosa fortuna le había mirado con arrobo en el sorteo: Playita tenía un pitón izquierdo digno de un dios toro.

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PACO MARCH (Burladero)

Pura pureza Urdiales. Puro valor "el Diego". Puro encaje, puro el cite, puro el trazo.

Pura la verónica de suerte cargada, compás y remate. Puro enrosque a la cintura en la media. Pura torería al poner en suerte a Playita, el gran toro de Victorino necesario para la gran obra. Pureza en la lidia.

Y pureza suma en el embroque del natural. Puro asombro de firmeza, ajuste, temple, largura. Pureza total en el cite, cruzado, la suerte cargada con naturalidad, la mano meciendo una muleta de seda y poder, conduciendo embestidas de toro bravo que agradece el trato.

Pureza, en fin, al irse tras la espada y salir casi prendido, magullado. Y vencedor.

Diego Urdiales, aquí un torero.

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-GONZALO ORTIGOSA (Opinión y Toros)

Lo realizado por Urdiales este domingo veinticinco de agosto del año 2013 es una hazaña tan difícil de comprender como de realizar. El orden y las musas han sido las protagonistas de una faena que comenzaba con un cambio de mano por detrás y rematando con la capa nacido de la naturalidad propia de quien está llamado a ser el guardián de las esencias taurinas. La lidia medida con un Víctor de plata sabio, consciente y paciente sabedor de que "Playita" humillaba. La muleta saltaba rasgada por la violencia de la embestida de un toro que buscaba los medios con casta. La siguiente muleta estaba bendecida. La sucesión de tandas, de perfección, del encuentro de la excelencia constante y de la más intensa torería es ya Historia del Toreo. No se mató y casi se muere. El cielo de Bilbao derramó litros de agua durante toda la obra. Bilbao se volvió a rendir a Diego Urdiales.  En veinticinco minutos.

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-PABLO GARCÍA MANCHA (La Rioja)


Los naturales más sublimes de la feria; y quizás de muchas ferias. La torería más auténtica, la naturalidad sin una mota de afectación y ni una ventaja. Así toreó Diego Urdiales ayer en Bilbao –su plaza– en la enésima tarde para el recuerdo que ha dejado el riojano sobre esa tierra negra forjada con un acero que parece trepar por sus venas desde las plantas de sus pies hasta su corazón para recrecerse como un titán cuando las crueles estadísticas de un año en extremo complicado querían volverle a poner de nuevo entre las cuerdas.
Se dice que fue un faenón y conviene explicar que Diego toreó con las yemas de los dedos desde que recibió al victorino con el frágil vuelo de su capote con una tanda de verónicas mecidas a compás; hubo alguna sencillamente inolvidable, y las emociones vividas en otras temporadas comenzaron a agolparse en una afición –la bilbaína– que lo ha adoptado como suyo porque, sin duda, emite con su tauromaquia un mensaje distinto a casi todos, genuino, brutal, sincero. Es decir, el toreo puro, ése con el que navega Urdiales en una fiesta marcada por el resultadismo como si esto fuera un deporte y no una manifestación artística en la que un creador se juega la vida en pos de emociones éticas y estéticas. Sin trampa ni cartón, sin trucos, sin efectismo, sólo con la desnuda verdad que tiene de concebir y sentir el toreo.
A partir de ese momento con el capote, Diego Urdiales se fusionó con un toro excelente y dirigió la lidia con mimo para llegar sin prisas a la muleta. «Era el toro que necesitaba», pareció decirse en ese momento esencial y dramático y tomó su leve engaño sin inquietudes: tenía muy claro lo que había que hacer y poseía todas las herramientas necesarias para consumar la obra.
Dio igual que en ese momento, exactamente ahí, comenzara  a llover y que el viento, que hasta ese instante dormía a los papelillos en el terreno del burladero de capotes, empezara a revolotear los pliegues de la pañosa. Diego se sacó al toro por abajo hasta el centro del platillo y en un seco derrote le destrozó la muleta. Tomó otra, le lanzó los vuelos en redondo y comenzó a rugir Vista Alegre con una serie maciza y rotunda en la que se empezaba a forjar la estructura de una faena que iba a crecer definitivamente al natural. Y qué forma de torear al ralentí por abajo, con los pitones literalmente cosidos a los flecos y sin hacer el más mínimo aspaviento. Toreó tan reunido con el toro y tan despacio que daba gloria ver aquella belleza. Y cuanto más llovía y más peleón se ponía el viento, más  firme estaba un Urdiales que parecía ungido, tocado por el espíritu santo para ir desgranando varias series colosales. No se ha visto torear así en toda la feria.
El toro no era el mismo por el pitón derecho, pero le dio igual a un torero que abrochó la faena con varios muletazos por abajo, con la rodilla flexionada, en los que crujió literalmente los cimientos del impresionante coso. Hubo dos inauditamente largos, soltando la embestida con una precisión que sólo está al alcance de unos cuantos elegidos.
Era de dos orejas la faena; sin duda la mejor de las Corridas Generales y una de las más importantes de la temporada. Se tiró por derecho, pinchó en todo lo alto y al salir de la suerte pareció trastabillarse y el toro le lanzó un derrote a la cara tremebundo. Pensamos lo peor, pero el diestro de Arnedo se rehizo pronto y un certero descabello le sirvió para cortar una oreja y pasearla con ese tono ceremonial que aromatizan las grandes actuaciones, una más en su Bilbao del alma.
El segundo de su lote era un pavo (todo el envío de Victorino Martín estuvo marcado por una impresionante seriedad) y sus malas intenciones se vieron claras desde el primer momento. Entoces, Diego, artista en el primer toro, se transformó en un lidiador inmenso y no sólo estuvo por encima de la alimaña, sino que logró a base de una firmeza desusada y una torería increíble, meter en la canasta a un animal incierto, reservón y avisado que sabía en cada lance lo que se dejaba detrás.
Fue dos veces al caballo, yo le hubiera llevado otra más, y a pesar de su viveza y las malas intenciones, el riojano brindó al público y comenzó a llover. No importaba, sacó su mano derecha, la mandona, y fue sometiendo a un astado que respondía a base de amagos, miradas al cuerpo del torero, e inopinadas arrancadas. La capacidad técnica de Urdiales volvió a impresionar a unos aficionados que sabían que allí había tela que cortar.
La corrida de Victorino fue una de las mejores  de la Feria de Bilbao y posiblemente una de las más completas de las que ha lidiado en este coso. Antonio Ferrera dio una buena dimensión en su dos toros aunque estuvo por debajo de la calidad de un pitón izquierdo muy bueno del segundo de su lote. El Cid tuvo dos ejemplares de buena nota: con el tercerno no se acopló y desraciadamente estuvo muy por debajo del sexto, un toro que tuvo donosura en sus embestidas, especialmente por otro pitón izquierdo de ensueño. Pero ayer la tarde de Bilbao tuvo un toreo, un ritmo y un sentimiento que había nacido en La Rioja.

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