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Miércoles, 15 Agosto 2012 22:24

DESTELLOS DE LUCIDEZ EN DAX

Quizás el resultado final, silencio en ambos, pueda dar a entender que la tarde de Diego Urdiales en la villa francesa de Dax, haya podido ser infructífera, tediosa o desesperante, pero lo cierto es que desde que se abrió de capote con el primero de Baltasar Ibán, Costurito de nombre, 522 kilos de peso, negro, bragado, meano y calcetero, las sensaciones que dejó el torero de Arnedo fueron extraordinarias, meciendo el capote con compás y hondura hasta en cuatro verónicas rematadas con una media reunida en la cadera. Tras el saludo inicial el toro empezó a defenderse y a mostrar su condición de brutote, desarrollando un incómodo cabeceo al salir de cada lance, aun así Urdiales volvió a volar el capote con soltura en un quite por chicuelinas ajustadas antes de pasar a la faena de muleta. Comenzó por bajo el trasteo hasta los medios para intentar el lucimiento con la diestra, pero el toro pronto desveló sus pocas intenciones de romper a bueno y el riojano tuvo que poner todo de su parte y a base de colocación y un valor sereno consiguió ligar muletazos de gran belleza que incomprensiblemente no calaron unos tendidos  fríos y sin pasión. Los aceros acabaron por emborronar una gran y esforzada labor a un toro al que le faltó algo de motor y casta.

En su segundo de nombre Santanero, como el novillo del mismo hierro indultado en Arnedo en la pasada feria del Zapato de Oro 2011, volvió a mostrase poderoso con el capote ganándole terreno al toro por abajo hasta los medios, volvió a gustar quitando por delantales, el toro humillaba pero sin entregarse con afán en ningún momento de la lidia. Diego tras brindar a los miembros de la Comisión taurina de Dax, volvió a intentar el lucimiento, pero el de Baltasar Ibán no estaba por la labor. De nuevo se repetía la historia, la gente que llenaba los tendidos fría y desconectada no echaba cuentas de los terrenos tan comprometidos por los que transitaba Urdiales que poco a poco iba extrayendo con paciencia y pundonor lo poco que llevaba dentro Santanero. Mató de media estocada en su sitio y volvió a ver silenciada su labor, que dejó luminosos destellos de torería cabal por parte de un torero que una vez más demostró que el camino se recorre paso a paso y que el toreo se realiza despacio y con los pies asentados en la arena.

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